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  • David Boix

DEPRESIÓN Y AGUJEROS NEGROS

1ª PARTE -

En el invierno de la tristeza congelada


Ahora que la luz de los días poco a poco va menguando y la oscuridad está cada vez más presente, puede ser un buen momento para hablar de una de las experiencias que más ensombrecen nuestra alma y nuestro mundo, la experiencia depresiva o más comúnmente llamada depresión.


Un trastorno que según la Organización Mundial de la Salud es la tercera causa de discapacidad en el mundo y pasaría a ser la primera en 2030. Por lo tanto un tema bastante serio.


Hay que distinguir la tristeza de la depresión, aunque la primera sea un componente fundamental de la segunda. La tristeza es una de las emociones básicas que sentimos como seres humanos, emoción que nos informa de que hemos perdido algo valioso (una separación, la muerte de alguien querido, el final de un trabajo, etc) y/o que nos falta algo importante en nuestras vidas. La tristeza es la emoción necesaria para asimilar y procesar estas situaciones y en condiciones normales fluye y se transforma. Sin embargo la experiencia depresiva es diferente, en ella la tristeza se estanca, se atrinchera. Es una tristeza continua, crónica y congelada.


La depresión nos enlentece como en una especie de hibernación de nuestros sentidos, nuestro cuerpo y nuestras relaciones con los demás. Nos falta la motivación e intencionalidad necesarias para iniciar actividades o interaccionar con los demás.

El movimiento se congela, se ralentiza o se detiene. No se llega al otro, no se alcanza el mundo. Parece un invierno perpetuo.


También la experiencia depresiva me recuerda al fenómeno de los agujeros negros del universo por varias razones, antes de exponerlas quiero recordar que los agujeros negros se originan cuando una cantidad apreciable de materia cósmica se acumula en volumen extremadamente reducido de espacio. Es un cuerpo del que no se puede escapar a causa de su gravedad que parece absorber toda la materia circundante. Al ser invisibles solo pueden ser detectados por sus efectos gravitacionales sobre otros cuerpos celestes.


Los agujeros negros no son visibles, pero se conocen por los efectos que provocan en su entorno cercano. Respecto a la depresión existe una importante falta de visibilidad social. Es difícil para muchas personas expresar su depresión por un lado y es complicado verla y soportarla, por parte del entorno más cercano, en muchas ocasiones.


En los últimos años hemos vivido una “epidemia de la felicidad”, multitud de libros se han encargado de difundir ideas que venían a decir que era posible estar feliz-incluso todo el tiempo-y que era una cuestión de decisión personal (obviando las circunstancias). Desde ese punto de vista quien se siente triste o deprimido es “culpable” de sentirse así. En este clima social es complicado mostrarse frágil o vulnerable. Si pensamos en las redes sociales, tan omnipresentes hoy día, lo que se suele mostrar en ellas es felicidad, momentos agradables, etc. Lo triste y depresivo permanece en segundo plano, cuando no desaparece completamente.


También es cierto que mucha gente teme ser contagiada por la emoción de la persona que sufre una vivencia depresiva. Ser atrapada, atraída hacia ese agujero negro del que es difícil salir.


Pero solamente lo expresado puede ser compartido, aliviado y curado. Necesitamos hacer visible lo que se oculta por miedo o vergüenza a las reacciones del otro. Darle el reconocimiento que merece como parte de nuestra humanidad, solamente así podrá ser curado y avanzaremos como personas y como sociedad. CONTINUARÁ...

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