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En los últimos tiempos los temas relacionados con la salud mental se están popularizando. Aquellos que tienen que ver con las emociones y la gestión de las mismas están teniendo especial relevancia tanto a nivel de medios de comunicación, como de redes sociales y también en las conversaciones del día a día.
Es cierto que se está dando visibilidad a estas cuestiones y por lo tanto otorgándoles la importancia que merecen, también en mi opinión banalizando en muchas ocasiones las ideas o mensajes. Es siempre el riesgo que se corre cuando un tema se pone de moda, se habla mucho de él, a veces lo hacen personas con escasos conocimientos y por tanto de forma incorrecta. En todo caso creo que se está mostrando algo que antes permanecía en un segundo plano o que se ocultaba.
Sin embargo no todas las emociones se muestran por igual, es más fácil expresar enfado o tristeza que vergüenza o culpabilidad y sobre todo celos y envidia. De igual modo se habla menos de ellas como un reflejo de esa dificultad de expresar y mostrar.
Al escribir sobre estos dos sentimientos voy a tratar de reflexionar porque estás emociones son consideradas malditas (malas, perversas, detestables) y son casi innombrables, sobre todo cuando las sentimos y/o expresamos. Qué sucede con ellas y porqué pasa esto. Es fácil decir que alguien está celoso o siente envidia, pero cuántos/as de nosotros estaríamos dispuestos a reconocer que sentimos o hemos sentido estas emociones. Tan solo la envidia “sana”, que en realidad se podría considerar admiración, se puede reconocer más o menos abiertamente.
Continuemos con los significados, vamos a ver algunas de las acepciones, que según el diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE), tienen nuestras emociones malditas. Por ejemplo:
CELO: sospecha, inquietud o temor de que la persona amada deposite su cariño en otra.
RECELAR es Temer, desconfiar o sospechar.
CELAR: Observar a una persona, sus movimiento, acciones por recelos que se tienen sobre ella.
ENVIDIA: Tristeza o pesar del bien ajeno. Deseo de algo que no se posee.
LOS CELOS
A raíz de las definiciones podemos ver a los celos como una mezcla o en asociación con otras emociones. Así podemos ver que un componente esencial es el miedo. En la experiencia celosa existe el temor de perder el amor, la atención y los cuidados de otra persona. El miedo a ser abandonado por otro u otra y por lo tanto el miedo a la soledad.
Son una muestra de desconfianza hacia la otra persona que “no me quiere” o “me engaña” aunque también hay una falta de confianza en uno mismo al poder pensar que no merezco ser amado. En situaciones extremas de celos patológicos se puede llegar a la paranoia (todos son potenciales ladrones de amor y/o personas). Suele ocurrir que estos pensamientos tienen la forma de lo que en psicología llamamos proyección, un mecanismo mediante el cual atribuimos a otro lo que nos es propio. Pienso que el otro no me quiere cuando en realidad no me quiero a mi mismo.
Otra emoción asociada es el enfado provocado por la frustración que provoca la situación, no sentirse visto, tenido en cuenta o amado puede provocar reacciones de ira contra esa persona y contra el posible rival.
Puede ser que el principal resorte de los celos sea la amenaza de que nos dejen de querer. El pensar que se puede perder, o que “nos quiten” a quien se ama, que pueda abandonarnos y rechazarnos crea un cóctel emocional de tristeza, miedo y enfado. En muchas ocasiones podemos ver que detrás de este sentimiento está la propia idea de falta de valía, de no ser suficientemente bueno y merecer el amor de los demás. Es un pensamiento de falta que provoca tristeza, esta tristeza se une a la de la pérdida real o imaginaria de la persona amada. El enfado puede aparecer como hostilidad contra el rival de nuestro amor y contra la persona a la que se ama. Freud habló de la ambivalencia como la presencia simultánea de amor y odio hacia la persona amada.
LA ENVIDIA
La envidia guarda una relación estrecha con los celos, como veremos a continuación. Aunque también tiene diferencias, quizá la más importante es que en la envidia se desea algo que no se tiene y en los celos se teme perder lo que se tiene.
La envidia del que posee el amor, el deseo de ser amado como lo es el otro. Como le sucede a muchas niñas y niños que sienten envidia de la relación de la madre con otro hermano. En la experiencia celosa se siente envidia de lo que el otro tiene y le está arrebatando.
La experiencia de celos y envidia está hecha de una comparación, que tiene como resultado sentirse menos que el otro. El otro tiene más, tiene mejor y tiene lo que deseo, lo que nos puede hacer sentirnos en inferioridad. Por ejemplo los hermanos tienen envidia cada uno de alguna cosa del otro; algo de lo que es capaz de hacer. Por eso a veces el mayor se hace más pequeño, y
el pequeño quiere hacerse más mayor. Tal vez porque eso les serviría PARA ser como el OTRO con su PADRE o MADRE. Pero sobre lo que tienen celos es de la relación del hermano con la madre o con el padre.
Como compensación de estas carencias podemos observar algunos mecanismos que tratan de equilibrar la desventaja. Por ejemplo mediante la emulación del otro, uno trata de imitar, de ser como, esto lo podemos observar en la copia de los modos de hacer de algunos hermanos. El pequeño habla o se comporta como el mayor o viceversa con el fin de obtener atención y cuidados. Esta estrategia a la que podríamos llamar “constructiva o igualitaria” porque mediante ella se trata de llegar al nivel de otro (de equilibrar por arriba) al que se considera privilegiado. Existe otra manera de equilibrar a la que podríamos denominar destructiva ya que en ella de lo que se trata es de tratar de arruinar la posición del otro y/o arrebatarle algo. Lo podemos observar en el niño que le quita un juguete a su hermana o trata de fastidiarla o agredirla, pero también en adultos mediante la crítica, el dejar mal a alguien, etc.
Otra manifestación de la envidia se puede observar asociada a la idea de la injusticia. Los niños son particularmente sensibles en relación a este aspecto y lo suelen expresar así “a él le has dado y a mí no” “a ella no la castigas”. Estas expresiones apuntan a la percepción del niño de una desigualdad injusta, el trato de los padres al otro es diferente “es el preferido”. En los adultos puede aparecer en formas de comparación del tipo “él no lo merece y yo sí” o “yo también tendría que tener eso”, en las que los conceptos de ventaja-desventaja, privación, privilegios y rivalidad están presentes.
El otro tiene algo que deseo para mí, lo deseo, lo envidio. Y cuando no puedo tenerlo surge la frustración y la tristeza.
Probablemente los celos y la envidia sean las dos emociones más difíciles de reconocer en gran parte por esto, porque implican descubrirse en la inferioridad respecto del otro, ser menos que, difícil de asumir abiertamente en una sociedad tan competitiva como la nuestra. También por lo mal vistas que están socialmente con comentarios como “envidia cochina” o “celoso enfermizo”. De ahí que muchas veces haya que diferenciarlos o disfrazarlos como envidia sana o admiración. O también en lugar de admitir los celos decir que son una preocupación por el otro.
DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS
En primer lugar podríamos decir que celos y envidia coinciden en ser emociones de comparación social.
Creo que una de las diferencias más importantes entre celos y envidia es que en los celos siempre hay un tercero; se siente celos de la relación de uno con otro y de la que el celoso queda –o se siente excluido. En la envidia lo que desea y quiere tener lo tiene otro o en lo que quisiera convertirse es en otro. Los celos tienen que ver con una relación a tres y la envidia es más bi-personal. Los celos siempre tienen que ver con personas y relaciones, la envidia puede ser de objetos. Otra diferencia entre celos y envidia es que en los celos la relación con el otro suele ser una relación íntima y/o cercana-en la mayoría de los casos hay relación y cercanía. Con la envidia no necesariamente, puede ser envidia de alguien con el que no se tiene relación.
En los celos estarían presentes el miedo y la frustración, tal vez como componentes fundamentales unidos a la tristeza. En la envidia fundamentalmente la frustración y la tristeza. Creo que en ambas está presente en muchas ocasiones la vergüenza de no ser suficientemente bueno, tan bueno como el otro. Hay una comparación de la que sale perdedor.
La tristeza toma formas diferentes, la de no tener, de lo que falta (en la envidia) y la de poder perder a alguien o no merecer el amor en los celos.
Los celos tienen que ver con perder algo importante que se tiene, a una persona y una relación. La envidia tiene que ver con no tener, con la falta, con lo que no se tiene y se desea.
Los orígenes sociales
Haciendo una revisión histórica podemos ver la raíz de la condenación y el rechazo que estos dos sentimientos sufrieron por parte de la religión. El décimo mandamiento que dice “no codiciarás los bienes ajenos” supone una prohibición expresa a la envidia. También podemos ver a esta emoción formar parte de los siete pecados capitales junto a la avaricia, la soberbia, la lujuria, la ira, la gula y la pereza.
Según la Biblia el primer envidioso fue Caín, Dios rechazó la ofrenda que este le hizo, pero recibió de buen agrado la de su hermano Abel. Caín terminó matando a su hermano presa de la envidia y los celos de la relación de Abel con Dios.
Cómo dije anteriormente la mala fama de estos sentimientos proviene del rechazo de la religión y posteriormente del rechazo social que estas emociones y las conductas que provocan generan. Sin embargo lo reprimido no desaparece, sobrevive tratando de transformar su apariencia a través de la ironía, la crítica, el “es porque te quiero y me preocupas” etc.
Tal vez si tratáramos de verlo de una forma menos negativa y entendiéramos su trasfondo podríamos darle un canal de expresión más adecuado y sano. Rara vez alguien reconoce abiertamente sentir envidia o celos, en terapia lo he escuchado de mis pacientes alguna vez y me ha parecido un acto muy valiente de su parte por lo que supone. Pero en la mayoría de ocasiones no se pueden nombrar estas experiencias, se convierten en algo innombrable, se las considera malditas, un secreto. Se siente vergüenza y culpabilidad por albergar estos sentimientos y expresarlos. Están mal vistos y tememos ser juzgados por ello.
Pero solamente lo expresado puede ser compartido, aliviado y curado. Necesitamos hacer de algún modo con lo que se oculta por miedo o vergüenza a las reacciones del otro. Darle el reconocimiento que merece como parte de nuestra humanidad, solamente así podrá ser tratado y curado.
Si podemos ver como los sentimientos hablan de lo que deseamos, necesitamos o nos falta o de lo que creemos que necesitamos queremos o pensamos que nos falta podríamos manejarlos mejor. Solo lo que tiene una forma o a lo que se le da una forma se puede trans-formar.
Propongo poder observarlos desde estos dos puntos de vista:
1) Envidia y celos como necesidades. Una muestra de lo que me falta (o creo que me falta) en mi vida.
Los celos tienen que ver con el amor, una necesidad humana básica que todos tenemos. Necesitamos amar y ser amados. Lo que no significa que solamente me pueda dar amor una persona, que sea el fin del mundo si me deja de querer y viceversa. Puedo encontrar amor en otro lugar y con otras personas. Y mucho menos que yo tenga que manipular de manera patológica a nadie para que me quiera.
Puede servir para ver que está sucediendo en una relación de pareja, o de padres-madres-hijos. Nos puede servir para mejorar algunos aspectos de la relación, puede que haya desequilibrios, necesidades insatisfechas o problemas de comunicación y ver si es posible hacer algo con ello.
2) Envidia y celos como deberías o mandatos sociales. Como creemos y nos han dicho que tenemos que ser, que se correspondería con un mandato y obligación social, el deseo de algún otro. Ideales sociales que dicen lo que debemos, hacer, tener, ser, etc. Y ante lo cual la vergüenza por no “ser” o sentirse apropiado y apto también conducen a la envidia de lo que el “apto” posee.
Por ejemplo cuando hacemos lo mismo porque está de moda, o pensamos lo que la mayoría piensa o alguien cercano influyente de nuestro entorno nos inculcó.
Muchas de las ideas sobre el amor vienen derivadas de los mitos del amor romántico, por ejemplo existe una media naranja y estoy incompleto si no la tengo, el amor es para siempre, el amor lo puede todo. Existen multitud de libros y películas que muestran esta cara idealizada sobre lo que tendrían que ser el amor y las relaciones. Un tipo de pareja, un molde en el que muchas personas tratan de encajar con consecuencias nefastas en muchas ocasiones.
Hace unos años estuve dando charlas en institutos sobre las relaciones sanas, me encontré que había una gran parte de chicos y chicas que creían que manifestar celos y controlar a sus parejas, eran una muestra de amor y de que te importa la otra persona.
No es de extrañar que la normalización y justificación de estos comportamientos acaba derivando en relaciones de dependencia y sumisión y en la violencia de género. Es el claro ejemplo de unas ideas perniciosas y de una mala gestión emocional.
En el fondo estos chicas y chicos desean lo que la mayoría, amar y ser amados pero la forma en la que tratan de conseguirlo se convierte en un problema. El verdadero amor quiere la libertad no la esclavitud, solo se puede amar de verdad desde la libertad.
En ocasiones la consciencia de estas ideas y comportamientos arraigados puede ser suficiente para promover un cambio en los mismos. Otras veces será necesario el apoyo terapéutico para aprender a ser y hacer distinto, desarrollar nuevas formas que permitan relaciones más sanas.
Por último quiero insistir en que no hay emociones malas ni buenas, cada una de ellas indica una problemática a la que debemos hacer frente. Los sentimientos no son el problema, el problema puede ser lo que podemos llegar a hacer cuando nos sentimos así Debemos aceptar estos sentimientos para poder hacer elegir qué hacer con ellos. La libertad implica ser consciente de las alternativas, de sus consecuencias y de nuestra responsabilidad de elegir lo que queremos para nosotros mismos y los demás.
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