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  • David Boix

ANSIEDAD (3ª parte) ANSIEDAD Y CREATIVIDAD (I)




En la segunda parte de esta serie https://www.humanica.es/post/ansiedad-2ª-parte-excitación-deseo-y-miedo hablé sobre la visión gestáltica de la ansiedad como una interrupción de la excitación creativa. Vamos a entender el verbo crear desde un punto de vista amplio, no ceñido solamente al arte, sino como artistas de nuestra vida en la que la obra consiste en ir resolviendo los problemas o demandas que se nos plantean en el día a día. En otras palabras, nuestra creatividad es la capacidad para dar una respuesta apropiada a una situación, respuesta que no tiene que ser la ideal. Las decisiones y acciones que entre lo ideal y lo posible (a mi modo de ver la creatividad se sitúa entre estos dos terrenos) permiten afrontar lo que nos va sucediendo. Podemos ser creativos, y de hecho lo somos ya que todos los días solucionamos muchas situaciones, desde las más banales a otras más complejas y ello nos permite pasar a otra cosa.


La Terapia Gestalt usa el término contacto para referirse a todo aquello que hacemos con y en nuestro entorno, nuestro modo de interactuar con/en nuestro medio: por ejemplo respirar, para lo cual necesitamos tomar aire de fuera, hacerlo nuestro poniéndolo adentro y luego soltar el que no necesitamos. A través del contacto podemos satisfacer nuestras necesidades mediante escoger y rechazar opciones .

En condiciones óptimas el deseo es como una flecha que alcanza el centro de la diana de su objetivo y la acción satisface (satisf-acción) la necesidad. Sin embargo sabemos que no siempre ocurre así, en ocasiones no es posible solventar ni cerrar un asunto inconcluso por que no se dan las circunstancias para ello. Una posibilidad es que la acción que se escoja no sea la adecuada y por lo tanto cause insatisf-acción.

En situaciones más complicadas el deseo es frustrado por el miedo y no es posible resolver. Esto puede ocurrir porque no nos sentimos capacitados o nos faltan apoyos para hacer frente a lo que está sucediendo. Cuando esto ocurre puede aparecer la ansiedad como resultado de la interrupción de la creatividad en curso.


Por ejemplo puede surgir la necesidad de hablar con mi pareja de nuestros problemas. Esta excitación, esta energía que impulsa al deseo puede ser interrumpida por el temor de que a mi pareja no le guste lo que le digo, me rechace y se enfade conmigo. Así la fuerza de la excitación es frenada y retenida por el miedo y ello provoca una tensión entre opuestos que se convierte en ansiedad. Se establece un pulso y es el cuerpo el que siente esa lucha entre contrarios.


Podríamos decir entonces que la ansiedad está presente entre el deseo y el miedo, con un pie en el ahora y otro en el después y que además de provocar una incapacidad para vivir el presente tampoco permite dar el paso hacia el futuro.


El miedo es útil cuando nos protege pero en ocasiones lo que hace es impedirnos conseguir lo que necesitamos.


Pero ¿cómo dejamos de ser creativos? Vamos a hablar de algunas maneras en las que la ansiedad aparece. Modos de hacer, ser o estar. Formas de respuesta que repetimos por hábito e inercia y que aunque no solucionan una situación son lo mejor que somos capaces de hacer en un momento dado. Quiero decir con ello que se convierten en maneras automáticas, no elegidas y por lo tanto no conscientes de actuar.


En primer lugar voy a hablar de la ansiedad asociada al sentir. La excitación surge como una experiencia corporal, sensaciones físicas que provienen de nuestro contacto con el entorno a través de nuestros sentidos. Las sensaciones son el paso previo a las emociones que permiten una comprensión del impacto del mundo y de las situaciones en nosotros. Sin embargo sentir puede ser vivido como peligroso y los primeros signos corporales de la excitación pueden generar ansiedad y ser cortados. El resultado de esta desensibilización se traduce en una una tensión en nuestro organismo (ansiedad). Si la excitación no se pone en contacto con el entorno se produce una retención de la energía que acaba afectando al propio cuerpo, se queda dentro al no poder expresarse creativamente con el mundo que nos rodea. Como consecuencia puede aparecer la confusión sobre nuestra experiencia para la cual no encontramos sentido al no sentir y no permitir el paso hacia la emoción comprensiva.


En este caso nos pueden ayudar ciertos autoapoyos físicos que permiten reducir y transformar la ansiedad. En ocasiones centrar la atención en nuestra respiración y tomar consciencia de ella hace que nuestras sensaciones cambien y que el oxígeno restringido comience a fluir. De igual modo darse cuenta de nuestras tensiones corporales puede permitir soltarlas. También ayuda el buscar el apoyo físico del suelo en nuestros pies, ya que en la ansiedad nos quedamos como pendiendo de un hilo sin una raíz y sin una base sólida.


Al tiempo que buscamos estos autoapoyos nos va a resultar más fácil percibir y apoyarnos en el entorno. Vamos a poder sentirnos a nosotros y a los demás de forma más clara y menos ansiógena. En terapia cuando surge una experiencia ansiosa es posible transformarla a veces simplemente con la consciencia del terapeuta y del paciente en el momento presente, por ejemplo mirándose y/o nombrando lo que se está sintiendo en el momento, ya que a que la ansiedad no permite estar enteramente aquí en contacto con el otro, así que uno de los antídotos es sentir y ser consciente del otro conmigo en esta situación del aquí y ahora.


Existe también la ansiedad asociada a la necesidad. El despertar de una emoción conlleva un deseo y una excitación mayor que en el caso anterior, pero en ocasiones no es posible asumir la propia necesidad y mediante la ansiedad asociada desplazamos nuestro deseo por el de otro.

La ansiedad del propio deseo- que podría ser considerado indeseable-puede ser sustituida por la introyección ,que es el proceso mediante el cual el entorno entra en el organismo, algo del exterior va al interior, como en la alimentación. Si el proceso es sano, el organismo asimilará lo que necesita y le alimenta y expulsará el resto. Si el organismo es capaz de desestructurar y asimilar aquello que traga, es decir, si lo mastica, saborea e ingiere adecuadamente, podrá nutrirse y crecer. Si se traga sin masticar, el proceso se convierte en patológico, ya que quedarán cuerpos extraños que no se podrán asimilar (introyectos) y quedarán ocupando un espacio dentro pero sin ser digeridos; a la espera de una asimilación posterior o de una expulsión. Aquello que no podemos digerir podría ser vomitado, entendiéndolo en un sentido amplio (comida, repetir ideas como un robot, etc).


La introyección como modalidad sana de contacto es el paso previo a la asimilación, necesaria en cualquier situación de aprendizaje. En la infancia es necesario adoptar los valores y costumbres de nuestra familia antes de confirmarlos o formar los propios, etc. El niño traga muchas de las normas sociales y las reproduce aun sin entenderlas (hay que hacer esto, decir lo otro) ya que es el ejemplo y el deseo del adulto lo que introyecta y entiende que debe hacer, aunque no lo comprenda y no sea su deseo sino la reproducción del deseo del otro.


Cuando aceptar nuestra necesidad nos resulta intolerable, bien porque no encontramos que el entorno sea lo bastante receptivo, o porque es directamente represivo, tendemos a aceptar el deseo de otro introyectándolo.


Durante toda nuestra vida cualquier proceso de aprendizaje comienza con la introyección, ya que es la manera de poner adentro lo que está afuera, ya sean conceptos, imágenes o comida. Es la base del aprender del mundo metiéndoselo en uno mismo de manera, dar nombre a las cosas, saber qué son, cómo funcionan, para qué sirven, etc. Esta sería la cara sana y funcional de esta modalidad de contacto, la que nos permitiría apoyarnos en ella para dar el siguiente paso en nuestra escalera del contacto con nuestro entorno. Este paso consiste en aceptar cuál es mi deseo y así posteriormente encontrar en el entorno las posibilidades que lo puedan satisfacer.


La cara disfuncional de esta modalidad tiene que ver con el uso no consciente, ya que entonces desplazamos nuestro propio deseo por el de algún otro sin darnos cuenta. Esto sirve entre otras cosas para evitar la sensación de "no pertenencia" a una familia o a un grupo y evitar el aislamiento o rechazo.


El coste es que mi deseo sea sustituido por el de cualquier otro, que mi necesidad real se convierta en un ideal social. Cualquier refrán, moda, frase hecha, es susceptible de convertirse en un introyecto que toma la forma de un “tengo que hacer esto” o “debo decir aquello” de manera automática y no consciente. La persona verá el mundo con los ojos de otros, hablará con las palabras de los demás y necesitará lo que otros le digan que necesita.


Si por ejemplo tomo una idea que no es mía y me la trago, sin cuestionármela, sin comprobar si me sirve o no, si lo que dice coincide con mi sistema de creencias o valores, funcionaré con ella pero nunca será totalmente mía. Será un simulacro de lo que pienso a falta de una idea mejor. Los introyectos pueden ocupar lugares en los que no nos hemos definido aún, que no tenemos claro. Si no tenemos una idea clara sobre algo, es fácil que adoptemos la de otro porque quizá así evitemos la angustia de no saber.


También como decíamos antes introyectar nos permite funcionar en ocasiones de acuerdo a las convenciones y normas sociales por lo que nos procura una manera de pertenecer al grupo y evitar sentirnos aislados. La sociedad y los medios de comunicación son fuentes inagotables de mensajes que se pueden convertir en introyectos: duerme ocho horas, bebe tres litros de agua diarios, haz deporte, etc. Si funcionamos en base a todos estos mensajes es posible que estemos a la moda y pertenezcamos a la gran mayoría pero el precio a pagar puede ser olvidar cuáles son nuestras verdaderas necesidades y desatenderlas con el resultado de una insatisfacción casi permanente. La ansiedad aparecerá aquí como consecuencia y señal de ello.


En este caso para poder transformar la ansiedad en energía creativa debemos hacernos conscientes y aceptar nuestras propias necesidades diferenciándolas de las de los demás. Distinguir los “ debo de o tengo que” normativos y ajenos de mis necesito o deseo personales y genuinos. Para ello la terapia es un lugar adecuado ya que permite la expresión de los mismos sin desaprobación o censura. De este modo como pacientes podemos sentirnos tan válidos como cualquier otro, ni peores ni mejores y también sentirnos reconocidos en nuestros deseos más profundos y así poder aceptarlos.


En la próxima parte de esta serie seguiremos hablando sobre más formas de ansiedad y de restablecer nuestra creatividad.




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