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David Boix

EL LAZO FRATERNAL

Actualizado: 24 abr 2020

Sobre el vínculo y las relaciones entre hermanos





Mucho se ha hablado y escrito sobre las relaciones madres/padres-hijos y el vínculo afectivo que se desarrolla entre estos-denominado apego. El apego se podría definir como la preferencia afectiva y de contacto que el bebé establece con uno o varios de sus cuidadores. El bebé deseará estar lo más cerca posible de sus figuras de apego y reaccionará con ansiedad y llantos ante la separación. Estos sentimientos y acciones del pequeño denotan que ha establecido una relación especial, un vínculo emocional intenso e insustituible para él.


Pero hoy quisiera hablar de un tipo de relación distinta, en el seno de la familia, la relación entre hermanos, que crea otro lazo emocional, que tiene mucha importancia para el desarrollo personal y que triangula o pivota con la relación que cada niño tiene a su vez con sus progenitores.


Vamos a ponernos en situación desde el principio ¿Qué supone el nacimiento de un hermano para el hijo hasta entonces único? No creo que haya una única respuesta a esta cuestión, además del hecho obvio de que ese niño deja de ser el exclusivo. Podríamos hablar de cómo los padres le han preparado o no para este acontecimiento; de la edad del niño o bebé; del momento familiar y el clima emocional; de cómo responden a las necesidades de este niño y hacen frente a los nuevos desafíos, etc.


Sea como fuere, se produce un cambio drástico en la vida de este pequeño. Ya no es el único, compartirá cuidados, atenciones, amor, espacio, tiempo y otras muchas más cosas que hasta ahora eran solo para él.


¿Y para el bebé recién llegado? ¿Qué supone ese encuentro? Sabemos que los bebés son capaces de escuchar en el útero, habrá oído la voz de su hermano a través del líquido amniótico cuando este se acercaba a la barriga de su mamá y luego será capaz de reconocerla una vez esté fuera. Formará parte de aquello del mundo exterior que el bebé ya conocía cuando se estaba gestando.


¿Y para los padres? ¿De qué manera afrontan el reto que supone criar a un recién nacido y al mismo tiempo siguen cuidando de su primogénito? Cómo se adaptan a la nueva situación. Al margen de aquellos cuidados que se han dado en llamar básicos o instrumentales y que forman parte de lo que podríamos llamar rutinas: por ejemplo el aseo y la alimentación, las necesidades afectivas ocupan un papel principal. El juego, la atención y la escucha hacia el mayor se ven mermados, aun con las mejores intenciones, tanto en cantidad como en calidad.


Es obvio que el recién nacido requiere unas dedicaciones importantes y especiales. Y es lógico que el mayor se sienta, en mayor o menor medida, algo desplazado y abandonado.


CELOS, FRUSTRACIÓN Y MIEDO



Sabemos que en una situación de desatención se puede activar el miedo al abandono, o tal vez reactivar si el apego que se estableció fue inseguro. En esta situación suele ocurrir que el niño reacciona con fuerza protestando, llamando la atención, agrediendo al hermano en ocasiones, todo lo que sea con el objetivo de recuperar el poder e influencia perdidos.

Los celos suelen surgir en el niño como expresión del miedo a ser desatendido o abandonado.


Al mismo tiempo la rabia y la frustración del hermano mayor desplazado del centro de atención puede provocar todo tipo de conductas contra los padres y el hermano. No es de extrañar que empiece a exhibir maneras de comportarse más infantiles que corresponden a un período en el que se sentía más visto y seguro. La envidia de lo que posee el bebé hará que pretenda emularlo para conseguir lo que aquel tiene.


La paciencia y una respuesta comprensiva de los padres devolverán al niño la mirada que sentía perdida y necesita en este momento, así podrá tranquilizarse y sentirse más seguro.

Conforme el hermano pequeño crece y sus habilidades comunicativas y relacionales se desarrollan, empieza a interactuar de manera cada vez más frecuente y a llamar más la atención de los que le rodean. Puede ocurrir que a partir del año o año y medio, cuando el bebé cada vez hace más monerías y capta más las miradas y elogios, se reactiven en el mayor todos estos sentimientos de envidia, celos y rabia.


Pero el fenómeno de los celos no es unidireccional, al menos no siempre. Pronto el hermano pequeño empieza a imitar al mayor. La imitación es un mecanismo de aprendizaje básico para el ser humano y como tal cumple con una función adaptativa. Pero también podemos ver en esta imitación parte de una compensación, el hermano mayor sabe más, domina mejor el lenguaje y tiene sus medios de captar la mirada paterna. El pequeño comienza a sentir envidia y a comportarse como el mayor, habla de cosas que desconoce, hace como que sabe más de lo que sabe, se comporta como más grande. También desea lo que hace especial al hermano a ojos de sus padres.


Y por otra parte el niño desea diferenciarse, ser único y especial para sus progenitores. Porque ahí está otra de las formas de sobresalir, da igual si los padres admiran o no esa característica, puesto que lo que aquí importa es ser visto y reconocido de algún modo. Si lo que hace atrae la atención sobre él es lo que tenderá a hacer, aunque sea motivo de riña o castigo. Algunas teorías sostienen que el hermano que viene al mundo irá adquiriendo características contrarias a las de su hermano, irá cogiendo el lugar que no está ocupado por así decirlo. Si el hermano mayor es buen estudiante, el pequeño sería malo puesto que esta sería la forma de destacarse y diferenciarse frente a él y los padres.


El hermano pequeño parte de una gran diferencia a la hora de desarrollarse respecto al mayor. Cuando él llega al mundo tiene ya competencia en cuanto a afectos y cuidados. Sin embargo el mayor no tuvo que disputar con nadie esas atenciones. En ese sentido el pequeño tendrá que esforzarse desde el principio y suele ser un rasgo bastante común de los pequeños el que sean más seductores que los mayores.


Con frecuencia cada uno de los niños va a ser calificado y clasificado en roles y contra roles opuestos: bueno vs malo, cariñoso vs desapegado, tranquilo vs nervioso y así en un largo etc de características. Dicha calificación, que puede ser verbal o no, va creando una imagen en los padres que actúa como espejo para el hijo. Es decir el hijo se ve como los padres le ven y así va formando su autoimagen. Su manera de comportarse tenderá a confirmar esa idea e imagen. En cierto momento de su desarrollo algunos niños son capaces de expresar con palabras este fenómeno, por ejemplo “pego porque soy malo”.

De este modo los hermanos juegan sus cartas y buscan el poder de atracción con sus padres.


Esta competición puede transformarse en enfrentamientos agresivos entre ellos, lo cual puede provocar mucha ansiedad en los padres y pondrá a prueba sus capacidades para solventar la situación. De cómo se manejen en estas situaciones y del tipo de relación fraternal que fomenten dependerá en gran parte el futuro de la relación entre sus hijos.

En la relación triangular o triádica con los padres cada niño juega sus cartas con el fin de ganar la partida y obtener la ventaja que desean.


Expongo un caso que resultará familiar, dos niñas en el salón viendo la tele mientras los padres están en la cocina:

- ¡mamá, me ha pegado!

-No, ha sido ella...

Un descubrimiento sorprendente para algunos padres es comprobar que sus hijos son capaces de apañárselas mejor solos en sus disputas que cuando ellos intervienen. Lo que está en juego es ganar a uno o dos de los padres y ponerlo a su favor y en contra del otro. Pero cuando no se da la posibilidad de que esto suceda los niños tienden a reorganizase solos y a solucionar el conflicto.

Algunos padres temen tanto el conflicto que siempre intervienen y por lo tanto refuerzan los conflictos.

Puede que tiendan a tomar partido por uno de los contendientes, en cuyo caso este provocará situaciones conflictivas a la menor ocasión. Suele ser el caso de padres que identifican a uno de sus hijos como el bueno, mientras este niño de forma soterrada manipulará las condiciones para fastidiar al otro hermano sin ser descubierto.

En estos casos el resentimiento del “malo” hacia sus padres y hermano irá aumentando y como consecuencia sus acciones resultarán reprobables con lo que cada vez se sentirá peor y actuará peor creando un círculo vicioso de difícil salida. La relación entre ambos hermanos se dañará gravemente si nadie lo remedia. En un futuro como adultos podría seguir el resentimiento o el distanciamiento “siempre fue el preferido” “solo le querían a él” “ a mí no me hacían caso”.


ALGUNAS IDEAS PARA FOMENTAR RELACIONES FRATERNALES SALUDABLES

Creando un buen lazo fraternal

Desde pequeños involucrar a todos en los juegos: los padres pueden incluir a todos los hermanos en juegos y actividades de modo que todos puedan participar y colaborar. Si identifico a mi hermano como alguien con quien puedo jugar, un compañero de diversión, mi manera de verle será positiva e incluso cuando haya conflictos desearé restablecer la relación porque el juego es vital para el niño y por encima de todo deseará jugar. Los niños que son compañeros de juego establecen una relación de apoyo y confianza puesto que a través del juego se fomenta la comunicación, el apoyo y la confianza. Estos aspectos hacen que la relación entre ellos se fortalezca.


Dejar que solucionen sus conflictos: como decía antes, en muchos casos los conflictos son creados por los niños con finalidad ventajista. Si descubren que no pueden recurrir a esta estrategia de manipulación dejarán de usarla. En todo caso los conflictos son inherentes a su relación y a cualquier otra relación entre personas. Los hermanos tienden a reorganizar su relación, se co-regulan, si se deja el tiempo y el espacio para ello. Si además somos modelos como padres en cuanto a la negociación y acuerdos facilitaremos que adopten estas actitudes de manera creativa para solucionar sus problemas.


Evitar las etiquetas y comparaciones: cada niño es diferente y único, si hacemos de esa diferencia una comparación entre buenos y malos, listos y tontos estaremos fomentando una relación fraternal de celos y envidias. Evita los “eres” con tus hijos y las comparaciones del tipo “tu hermana es mejor estudiante que tú” “podrías aprender de tu hermano”. Valora lo que te guste y apóyales en sus dificultades sin etiquetarlos.


 

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